martes, 16 de septiembre de 2014

Un creador que se va; una obra que se queda.

Pedro Ángel Vera 
Texto: Jorge Sariol
Fotos: Ismael Almeida
Pedro Ángel Vera

Las cenizas del director teatral cubano Pedro Ángel Vera fueron lanzadas al viento este lunes 15 de septiembre en los jardines del Centro Cultural Bertolt Brecht de La Habana.

Vera falleció la víspera en la capital  cubana y por deseo propio y de su familia se ofició una sencilla ceremonia fúnebre entre amigos y gentes de teatro en los mismos escenarios donde desarrolló buena parte de su trabajo.

El también actor fundó y dirigió la compañía Teatro del Círculo institución con la que llevó a  escena obras como   Siempre que llueve, escampa, El corsario y la abadesa, El robo del cochino,  La familia de Benjamín García,  El que quiera azul celeste,  La corbata,  La zorra y las uvas  y  Francesca de Rímini, entre otras.
Una de sus últimas puestas en escenas con mayor éxito y con la propia agrupación Teatro del Círculo fue La Mandrágora, con versión de Miguel Montesco, a partir del original de Nicolás Maquiavelo, estrenada el  29 de Junio de 2013, en la Sala Teatro Tito Junco de la capital cubana.


Centro Cultural Bertolt Brecht


Palabras  pronunciadas en la ceremonia por el actor Mario Aguirre.  
9:30 am     
Buenos días…
Una vez más nuestro buen amigo Malvin  nos presta uno de los salones de este Centro de Arte. En esta ocasión no se trata de saludar un nuevo estreno, ni despedir una temporada teatral exitosa.
Es otro tipo de despedida. Es una despedida dolorosa. Nos reunimos hoy para despedir para siempre a un hombre de teatro. A un hombre de este teatro Pedro Ángel Vera.
Desdichadamente yo no soy de los que estuvo más tiempo a su lado, pero, cuando fui convocado por él hace poco más de tres años para incluirme en  uno  de sus proyectos, me di cuenta que Pedro era uno de esos personajes que había nacido irremediablemente para entregarse al mundo  de la creación  teatral.
Pedro y yo teníamos prácticamente la misma edad y me di cuenta,  con dolor  que los sueños, la fantasía y la pasión que él poseía, yo, prácticamente la había perdido.
Él tenía un nivel de entrega similar a aquellos que están con- migo en los primeros años de mi vida profesional.
Para Pedro lo fundamental en su quehacer diario era el hecho teatral a medida que se acercaba un estreno, él no podía esperar por las inevitables demoras por la entrega de elementos escenográficos y el vestuario.
Después de los habituales ensayos, cargaba tarimas, buscaba madera, convidaba a amigos y familiares a cocer y clavar. Su obsesión por la perfección hacía que para él lo único que existía era el estreno y nada más, ni la salud que ya iba perdiendo.
Recuerdo que en la última función de “La Mandrágora”, ―Cuando ya el cáncer estaba presente― me comentó sus nuevos proyectos y la posibilidad de reponerla a fines de año.
Bertolt Brecht dijo: Pocos hombres luchan toda la vida, esos son los imprescindibles.   Pedro era de esos pocos.
Cuando perdemos a alguien querido inevitablemente recordamos sus  mejores cosas. En esta ocasión, me atrevo  a pedirle a Pedro en nombre de los artistas presentes, que sé que hay muchos― Que nos deje la mitad de su pasión por el teatro, que nos deje un poquito de su fantasía y nos preste mucho de sus sueños.
Yo sé, y seguramente ustedes también que seguramente con pasión, fantasía sé puede lograr la perfección.
Adiós colega.