Texto: Jorge Sariol
Fotos: Ismael Almeida
El maestro Salvatore Accardo, violinista y director orquesta, ha actuado en La Habana.
Este
sábado 2 de diciembre de 2017 se presentó en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba.
La
velada ha podido disfrutarse gracias a las gestiones de la Embajada de Italia
en nuestro país y a propósito la Vigésima Semana de la Cultura Italiana en Cuba.
Y
es a la vez una suerte y un lujo tener en la escena cubana al maestro Accardo, uno
de los mayores intérpretes del violín del siglo XX, y a quien algunos etiquetan
como el Pavarotti del violín.
El programa presentó la Obertura de la ópera Nabucco, de Guiseppe Verdi; el Intermezzo del Acto III de la ópera Manon Lescaut, de Giacomo Puccini y el Concierto para violín y orquesta en re menor Opus 35, de Piotr Ilich Chaikovski.
Le
acompañó la Orquesta Sinfónica Nacional, bajo la batuta del director invitado el
maestro cubano Giovanni Duarte.
La
de esta noche ha sido una función obsequiosa.
El
público quedó encandilado. «Hace cantar la madera» me dice admirado un amigo
italiano. Y es cierto. Es que se puede ser virtuoso, pero sin talante creador.
Y se puede ser gran ejecutante pero no artífice. El maestro Accardo lo es todo
y más.
El
violín, dócil, obedece a la conducción. Canta a sotto voce; a dos, tres cuerdas; se eleva por sobre la sección
orquestal correspondiente; repica angustiado o clama grave. Casi rockea, y
parecerá un sacrilegio, pero del concierto de anoche cada quien escucha sus propias
proyecciones interiores. Y las asume.
El instrumento debe tener un nombre. Seguro. Aunque el maestro no lo confiese. Un nombre: no Stradivarius o Cremona, que sería suficiente, sino un nombre propio, porque tiene alma. Se la debe haber encontrado el maestro hace muchos años y desde entonces le completó la personalidad.
Nacido
en Turín en el año 1941, el maestro conserva ímpetus y exhibe serenidad, rara
cualidad.
Ha
actuado en La Habana. Y ha sido enorme.
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