Por: Ismael Almeida
La torrencial lluvia presagiaba que suspenderían la función en la capitalina
sala teatro Adolfo Llauradó. La reposición de la conocida versión “Jerry viene del Zoo” fue seleccionada
por Antonia Fernández, a propósito de la defensa de su tesis “Máster en
Dirección Teatral”, el 18 de marzo, pero se programó a última hora por motivo de
fuerza mayor.
La ocasión se pintaba sola para estrenar a la nueva Máster y directora
de Estudio Teatral Vivarta, artista que atesora un fructífero currículo
profesional, donde algunos concuerdan que es muy exigente en cuanto al trabajo de dirección y puesta en escena.
Egresada del entonces Instituto Superior de Arte (ISA) en 1990, hoy
Universidad de las Artes en Cuba, cuenta que trabajaba desde su época de
estudiante, pues estuvo entre las fundadoras del grupo “Buendía” que dirige la
Mtra. Flora Laute, donde laboró como actriz durante 18 años.
Luego se integra a la docencia como profesora de actuación en la
propia escuela que la formó y en 1996 se estrena como directora teatral, entonces
recibe el nuevo milenio con el montaje de la multipremiada pieza “Historia de
un Caballo”, obra de gran significación dentro del teatro contemporáneo cubano.
Tres años más tarde funda su Estudio Teatral Vivarta, y establece su
propia sede tras realizar la titánica labor de rescatar con su colectivo
escénico el túnel del paso peatonal en la Avenida de Carlos III, en el municipio de Centro
Habana.
¿Antonia que opinión le merece el teatro cubano actual?
—Es común escuchar que el teatro está en crisis, pero es que el teatro
vive de las crisis, ¡Si no hay crisis no hay teatro! —Estos son tiempos
particularmente difíciles, yo no hablo de crisis, pero el rostro y la caracterización
de la sociedad cubana tal como la conocemos está cambiando, como se dice, se
repite y se enfatiza que el teatro es un reflejo de la vida, entonces no podría
ser de otra manera.
Es natural que al teatro lleguen esas repercusiones porque estamos viviendo
tiempos de adecuación, nosotros sentimos que estamos abiertos a la prosperidad,
al futuro y al socialismo próspero.
Todo eso conlleva una conciliación del comportamiento humano que vive
esas tendencias desde las distintas realidades sociales, la familia, lo social,
desde el centro laboral, el salario, desde las ubicaciones públicas, tener dos
trabajos. Eso no podemos obviarlo, ni soslayarlos; probablemente para bien pero
todavía hay que ajustarlas a escala humana.
Una cosa es el lineamiento en el papel y otra cosa es aplicarlo a
escala social; si nuestra vida va a estar problematizada, apresurada, cuestionada
en algún sentido, modificada y afectada, el teatro lo va a estar también.
Sobre todo ahora con el sistema de perfeccionamiento empresarial donde
todo cuesta mucho, con una sectorización económica que descentraliza la compra
de materiales, donde todos tenemos que ser más responsables y rentables.
Como es lógico, estas disposiciones encarecen la producción teatral que
no está sujeta a esos mismos principios porque en ese terreno, el estado
financia la cultura. Es que nosotros no estamos dentro de esa esfera donde hay
cierta flexibilidad para buscar otros tipos de financiamientos y si existe la
manera de justificarlos, todavía no sabemos cómo instrumentarlo en lo cotidiano.
No obstante, seguimos teniendo un teatro con muchísimo talento, con
muchísimas soluciones, pues nosotros somos un país muy rico culturalmente,
aunque tengamos que adecuarnos como toda la sociedad cubana a los nuevos
tiempos.